El Barça de Xavi debutó en unos octavos de final de la Liga de Campeones. Fue empate 1-1 ante el Nápoli en el sur de Italia. Un resultado que, sin poner ningún contexto, no debería ser malo.

Yair Rúiz

Como dice la canción Molinos de Viento, de Mago de Oz: “No todo es blanco o negro, es gris.Todo depende del matiz”. Al poner sobre la mesa todos los ingredientes, todo parece indicar que no fue una buena presentación. ¿Cuál es el contexto? El equipo italiano llegó al partido con un nuevo entrenador, a quien apenas le dio tiempo de aprenderse dos o tres nombres de la plantilla.

Ahora bien, aquí entra la brecha que hay entre lo que quiere la culerada y lo que se espera de la versión 23/24 del Barcelona. Tomando en cuenta los matices, el blaugrana debería haberse paseado por el estadio Diego Armando Maradona ante un Nápoli que está en una situación muy complicada, con un tercer director técnico en la temporada y a 27 puntos del Inter de Milán.  Todo, luego de haber ganado la Serie A la campaña anterior.

Era el escenario ideal para dar el famoso golpe de efecto. Sin embargo, hasta hace 72 horas y desde hace varias semanas, el pesimismo reinaba en el entorno. La gran mayoría coincidía que al Barça le podía costar Europa, independientemente de la situación del rival. Se hablaba de competir y evitar caer goleado. Eso era lo que se esperaba. ¿O no?.

Lo cierto es que no fue un partido soñado, pero el Barça superó las expectativas, sobretodo en el juego. No de lo que puede ofrecer según la plantilla, sino del techo al que puede llegar considerando la dinámica actual y la sensación que genera.

Yair Ruíz

No es conformismo, es realismo. El que auguraba una goleada de época, lo desbordaba el optimismo. Sin el cambio necesario, más que lo de ayer, será una sorpresa.

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